La espiral del cambio

Un escrito de Andrea Coronado.

Con frecuencia notamos que caemos en los mismos errores. Podemos sentir que vamos dando círculos sobre los mismos defectos y nos frustra, nos desanima, nos cansa ver que, por más que trabajamos, seguimos fatigosamente dando vueltas sobre la misma dificultad.

Mismo patrón de relaciones, mismo defecto de carácter, misma explosión de emociones, mismas palabras desatinadas, mismos pensamientos que nos llevan al vacío...

El tiempo no mejora las cosas, el trabajo sí. Sin embargo, el cambio no es lineal sino cíclico. Y como es cíclico, dentro del tiempo se “ve”…

como una espiral.

Intentaré explicarme:

Si se tiene una espiral con círculos exactamente del mismo tamaño, y se ve por abajo o por arriba, dará la impresión que es solo un círculo, que da vueltas infinitamente sobre sí mismo sin que nada cambie.

Pero si lo ves de lado, notarás que es una espiral.


En el tiempo, comentemos los mismos errores (el círculo) pero en diferente “nivel” (en el tiempo).

Cuando no trabajamos nuestros procesos internos, la espiral es descendente, es decir, repetimos los mismos patrones, pero cada vez generan un poco más de sufrimiento, cada vez hay más daño colateral, nos tardamos más en salir, nos genera cada vez más disfunción, mayor vacío interior, mayor sensación de estar perdidos. La espiral no se detiene, como el tiempo no se detiene, y el deterioro solo aumenta. Una perturbación que no se trabaja no se queda así, estática, tiende a empeorar.

En cambio, cuando trabajamos los procesos internos los ciclos no se terminan, siguen, pero la espiral se vuelve ascendente. Es decir, caemos en lo mismo, pero en cada caída hay mayor grado de conciencia (aunque sea un poquito), hay un poco más de idea de qué hacer y cómo salir, la percepción de control es un poco mejor, la capacidad de reparación del daño colateral aumenta, salimos más rápido, nos damos más cuenta, nos genera menos sufrimiento y nos enseña algo más que podemos aplicar cuando llegue el siguiente ciclo.

En psicoterapia, así se ven los cambios. No es magia, uno no deja de ser quien ha sido, solo aprende a manejar mejor lo que trae, a que deje de ser fuente de sufrimiento para sí y para otros, y que sea ahora energía y crecimiento. Lo que antes fue causa de dolor se convierte en fuente de esperanza que no se termina. No hay nada equivocado en nosotros que deba ser “extirpado”, solo tenemos elementos “dislocados”, fuera de lugar. Si se colocan en su sitio, descansarán apaciblemente y dejarán de generar alteración destructiva a los elementos circundantes.

No se trata de ser normales, sino felices. Plenos en quienes somos, no editados según quienes no somos.

Quien tiene mucha energía, es persistente, tiene toneladas de ideas y va por todo, puede ser aquella persona maravillosa que logra metas que para muchos son inalcanzables, pero también puede ser esta persona “intensa” de la que se huye, porque su electrificante energía amenaza con absorber a los demás en su vórtice de control desordenado que pretende que todo otro cumpla los deseos de su tiránica imaginación.

Quien es una persona reflexiva, nostálgica, analítica, sensible, puede ser ese ser excepcional que muestra ventanas de insondable belleza con su arte a todo aquel que tiene la fortuna de cruzarse en su camino, o puede ser este “agujero negro” de negatividad que se traga la alegría, vitalidad y energía de aquellos con quienes convive.

Y así cada quien sabrá (ojalá) cuáles son sus rasgos característicos. El rasgo permanece, la persona es la misma. Cuando se trabaja, aprende a colocar su patrón en un ángulo que edifique la vida, que la enriquezca y la lleve a la plenitud.

En psicoterapia, buena parte de la meta es conocer un poco mejor la tesitura mental de uno mismo. Es decir, conocer los rasgos distintivos de la forma en cómo funciona la propia mente. Si uno tiende a creer, por ejemplo, que el amor no se merece por el solo hecho de ser sino por el mérito; o que lo valioso es lo útil ejerciendo una ceguera selectiva para los valores invisibles; o que la vulnerabilidad es vergonzosa y hay que extirparla; o que las personas son descartables... Cualquier cantidad de ideas equivocadas, pensamientos exagerados, juicios crueles auto impuestos, expectativas inalcanzables o imaginaciones a las que se les dio equivocadamente carga de verdad, conviene identificarlas, nombrarlas y reconocerlas. Volverán (siempre lo hacen) de cuando en cuando a visitar al pensamiento y tratarán de deformar los significados de la realidad, cargados de su desesperanza característica, agitaciones internas y vacío.

La ventaja de identificarlos es que son siempre los mismos. Incluso con las mismas palabras. Si se identifican una vez, se cancelan de ahí en adelante. Una mentira que se probó, ya no vuelve a confundirse con verdad. Será trabajo de toda la vida identificarlas con mayor asertividad, desmantelarlas con mayor prontitud, remediar las secuelas nocivas que causan y encontrar el lado luminoso del proceso de superarlas. Será como “lavarse los dientes”. Una higiene interna recomendable.

Sobre la espiral del cambio, me nace una última descripción.

Los ciclos se sufren. Es inevitable. Pero la espiral descendente genera sufrimientos “inútiles”. Es decir, no dejan nada bueno. No edifican, no enseñan, no hacen crecer, solo destruyen a uno mismo poco a poco y a lo que entra en contacto con su tóxico vórtice. En cambio, la espiral ascendente, que también se sufre, es fecunda: son sufrimientos que hacen crecer, desprendimientos que duelen, que dan miedo a veces, que producen alteraciones emocionales poco elegantes, pero generan una paz interior de valor inconcebible.

Por eso en psicoterapia, a veces la mejora pasa por el llanto y el miedo, pero es diferente al llanto y el miedo anteriores. A veces pasa por la destrucción, por la ruptura de sistemas internos y externos basados en las mentiras infecundas, y esa destrucción, ese dolor, es signo de un cambio positivo. Muchas veces antes de sentir el alivio emocional, se tiene que pasar por una gran perturbación no solo personal, sino también en el sistema familiar o social en que uno está inserto. Cuando un cimiento está comprometido, es necesario demoler y volver a construir: las demoliciones nunca son cómodas, pero sí son controladas, “diseñadas”. Es diferente programar la demolición de una construcción a un terremoto que tira todo sin previo aviso.

Por eso es necesario tener presente que un cambio que edifica, por difícil que sea, siempre es “amoroso”. Y se sabe no porque no genere emociones displacenteras, sino porque genera paz. Por ejemplo, dejar la cocaína genera displacer intenso y hay que hacerlo con todo el uso de la fuerza interna, incluso con rabia, con odio: pero ese esfuerzo genera paz. Entonces sabemos que edifica.

La paz es la brújula de la espiral, es quien anuncia si vamos dando vueltas en círculo ascendente o descendente. El sufrimiento seguirá presente en la vida, es inevitable, lo que se puede elegir es si vamos a sacar provecho de ello o no. La vida nos exige esfuerzo, elige la paz y entonces tu esfuerzo será fuente interminable de alegría y plenitud.

Interminable como el círculo cuando sale del tiempo: eterno.

Mtra. Andrea Coronado

CDMX. WhatsApp 55-1320-0768

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