El niño interior
De todas las personas que componen mi tribu interior y que con sus arquetípicas maneras me conforman, identifican e integran el más viejo y el más fuerte es el niño.
A fin de cuentas, él llegó primero.
Creo que la personalidad se va conformando como una alcachofa, se van creando pétalos y más pétalos desde el centro, emanan, crecen y maduran (se hacen más-duros) conforme se expanden. En las capas interiores siguen habitando las instancias por la que hemos pasado, con sus luces y cicatrices van dando forma a lo que somos.
Así bien, en el aquí y en el ahora está mi ser-adulto que se construyó sobre mi adulto-joven y este a su vez sobre el adolescente y este sobre mi niño. Mi ser-adulto está en el estrato más reciente y aún está esforzándose para definir quién es y de qué se trata esta etapa. En cambio el niño… el niño, mis queridos lectores ese sabe muy bien qué quiere y cómo obtenerlo.
Me conoce tan bien que sabe que hace falta solo jalar una cuerda interna para que baile en la mañana o activar un recuerdo para que me sirva ese gran vaso de leche con chocolate (Milo, le decíamos). Hay días que se levanta de buenas y pone a todo el mundo a jugar, esos son los mejores momentos; cuando se pone en concordancia con todo mi ser y planeamos juntos una intervención. ¡Ah cómo se ríe al pensar en las dinámicas que tendremos y las caras de sus nuevos amigos!
A mi niño interior lo motiva mucho:
Lo diferente, es curioso y entusiasta.
Quiere explorar y ampliar sus horizontes.
Quiere movimiento y acción, empezar sin leer el instructivo y aprender sobre la marcha. Aprender, en sí mismo, es estimulante.
Quiere divertirse y que el juego no termine nunca, jugar por jugar.
Por otro lado me doy cuenta de que, como todos los arquetipos, tiene su sombra. Puede ser cruel con los otros, olvidarse de sus responsabilidades (inclusive para consigo mismo), quiere el placer lo más pronto posible, quiere ganar a toda costa y está dispuesto a mucho con tal de que lo quieran. A final de cuentas, ni mi infancia ni la tuya fueron perfectas, estamos llenos de heridas y cicatrices y, cuando el niño interior se encuentra con una de ellas, actúa desde ahí y entonces hacemos cosas que no nos convienen.
Entonces el niño interior se comporta desde el arquetipo de supervivencia del niño herido. Se siente indefenso y vulnerable ante un mundo que es miles de veces más grande que él. Cómo diría mi amigo Héctor Cerbón*: cuando el mundo exterior se nos plantea como un área en la que no tenemos herramientas para responder, actuamos desde el niño herido. Nos escondemos debajo de la cama, nos paralizamos o de plano, salimos corriendo.
Esta sombra es también parte de mí y necesita, con urgencia, el cariño de mi madre y padre interior para contenerse y consolarse.
A mí me es útil visualizarlo así: me sorprendo evadiendo una responsabilidad, lo hago consciente, descubro a mi niño asustado detrás de la puerta, me acerco despacio y le hablo suave, lo abrazo y le pido que me ayude, le explico que ya soy adulto y que sí podemos, que sabemos cosas y que tenemos amigos que nos enseñan otras, le muestro lo divertido que va a ser y, a veces, lo soborno y le ofrezco un chocolate al terminar.
Con todo esto mi niño acepta venir a trabajar a mi lado y juntos nos ponemos a crear y a construir. Al final, como bien explicó Carl Rogers**, el niño siempre tiende al desarrollo y a la independencia, lo único que necesita es un entorno saludable y nutritivo.
Ese creo que es nuestra labor como adultos, brindar a nuestros niños interiores el ambiente más sano que podamos crear y dejarlos jugar. Recordemos que ellos son los primeros dueños de la casa, como lo dijo Pablo Neruda:
En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir.
Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el científico propósito de entretenerme solo.
El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió, para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.
He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche.
Hoy que es día del niño te invito a que busques entre tus cosas esos juguetes que has reunido y sin ninguna pena, saques a tu niño a jugar y a entretenerse. Si lo escuchas y te conectas con él verás que en su simplicidad posee una sabiduría indispensable para vivir.
Me despido abrazando fuerte a tu niño desde mi niño interior.
Con cariño,
Francisco
30 de abril de 2021
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*Héctor Cérbon hablando del arquetipo del Niño herido: https://www.youtube.com/watch?v=IDxDTSsRSyA
**ROGERS, Carl. El proceso de convertirse en persona. Ed. Paidos. 2002