El metacambio y la salida de la crisis.

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Ante los síntomas de recuperación de la pandemia del COVID-19 les comparto una reflexión sobre las fases que se presentan a nivel psicológico en las crisis, el posible agotamiento de los recursos de defensa del individuo o de la organización y la salida que abre cuándo se logra romper el paradigma y generar un metacambio.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, estábamos en la boda de mi cuñada cuando se hablaba del virus chino que se acercaba, luego el telefonazo de mi jefa, el sinfín de correos, el nervio, las dudas, la reunión de un grupo que luego fue un comité de crisis, la decisión: a partir del lunes todos en home office… lo recuerdo como si hubiera sido ayer pero ya han pasado 15 meses. Cada uno de nosotros, seguramente, tienen sus propios hitos, su propia referencia de ese evento, ese suceso que pasó antes de iniciar la cuarentena (creíamos que en esos 40 días o un poco más terminaba… ¡ilusos!).

No es gratis que lo podamos recordar, pues fue el inicio de lo que en psicología se llama crisis y, que en más de un sentido, ha derivado en un trauma.  

En general llamamos crisis a algo muy puntual que exige un esfuerzo determinado y momentáneo como respuesta*1. El organismo (o la organización) responde a esta amenaza con una de las emociones más primarias que tenemos: el miedo. En este caso, un miedo de un enemigo invisible que era transportado por las cosas que consumimos, por el aire, por las personas de nuestro alrededor. Un miedo que nos hizo refugiarnos en casa, construir barricadas con tapetes sanitizantes, geles, alcoholes, entregas sin contacto, y nos hizo individualizarnos, separarnos de la comunidad y, por lo tanto, nos hizo más vulnerables.

Los límites se acortaron, las referencias se virtualizaron y nos encontramos, de pronto, comprimidos radicalmente en nuestro espacio físico, en nuestra visión del mundo (filtrada por las redes y las noticias) y, más importante, en los referentes sociales. El otro, mi prójimo era el peligro, pero también es el único espejo fiable en el que puedo comprenderme (yo no soy sino en el otro, diría Carl Rogers). En este sálvese quien pueda, el extranjero, el vecino, el diferente era al tiempo el enemigo que podría (inconscientemente) traerme la enfermedad y la muerte.

Esta condición despertó uno de los miedos más profundo de cualquier organismo: el miedo a la interrupción de su continuidad, el miedo a la muerte. Esta es una vivencia intolerable que exige una rápida e inmediata reparación. En otras palabras: La situación de crisis, al romper el flujo continuo de la existencia, fuerza un replanteamiento vital obligando, a veces, a la construcción de un nuevo sentido.*2 

Sí, la crisis siempre trae con ella un gran potencial creativo, pero ¿de qué depende que se renazca o se derrumben las empresas o los individuos sufran y no puedan seguir adelante con sus vidas? 

Intentemos analizar el tema pues en la respuesta ante la crisis y en la resiliencia del organismo intervienen factores internos, externos y moduladores. 

·      Los factores internos comprenden la personalidad, la experiencia previa, la madurez del sistema, las reservas afectivas, entre otros. 

·      Los factores externos abarcan la agudeza de las circunstancias que rodean a la persona, los acontecimientos y su cercanía, las pérdidas y ganancias que va experimentando. 

·      Por último, los factores moduladores incluyen el estado afectivo, las posibilidades de apoyo social que, si bien no están relacionados directamente con el estado de estrés, sí modifican la manera en que interactúan los factores internos y externos. *2

 

La gravedad y el impacto del estrés generado por la crisis depende entonces, de la intensidad y la duración de los factores externos. Déjenme poner un ejemplo:

Imaginemos que se mete un pequeño gorrión a nuestra casa y, por la altura del techo no podemos sacarlo fácilmente. El ave se encuentra sometida a un enorme estrés por sentirse amenazada y encerrada. Imaginemos que hay una ventana fija por la que ve el exterior pero que no se puede abrir, es muy probable que el pajarito empiece a revolotear por todo el espacio cada vez más frenéticamente. Quizá nosotros nos esforzamos por guiarla hacia la ventana con una escoba, pero sin éxito. El ave sigue volando y perdiendo plumas y fuerza, intentando salir por donde es imposible.

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El miedo instintivo del ave, su necesidad de huir son factores internos de estrés. La ventana fija que promete falsamente una salida es un factor externo de estrés, nuestra escoba intentando sacarlo (apoyo social fallido), el ruido que hacemos que le recuerda los peligros que representa la gente, son factores moduladores (des-moduladores) de estrés. 

Si no conseguimos sacarla de la casa pueden pasar varias cosas, que siga frenéticamente hasta que se agote, que se detenga a descansar y luego lo intente o que se agote y pierda el sentido.

Creo que las personas ante la crisis del COVID, nos encontramos también con ventanas falsas, amenazas (imaginarias o no) internas que nos causan ansiedad, ayuda y consejos del entorno (más o menos atinados) que contribuyen a nuestro estrés. A veces seguimos, así como esa ave intentando pasar por una ventana que no se abre, en el mejor de los casos nos detenemos a descansar y en el peor nos agotamos y perdemos el sentido vital.

Ahora bien, la crisis con sus experiencias estresantes puede ser traumática y muchas veces requiere un cambio vital para seguir adelante. Veamos cómo evoluciona una crisis.

Según Caplan hay cuatro fases posibles en el desarrollo de una crisis:

 

1.     Shock. Es un estado de impacto agudo pues algo ha ocurrido súbitamente y de manera irregular. No se puede superar por los medios regulares de afrontamiento. esto genera estrés, confusión, impotencia, desamparo y desvalimiento. Cada persona va a responder desde lo que es y como normalmente reacciona, pero de una manera acentuada: con ansiedad, irritándose, somatizando (manifestándolo en el cuerpo o mediante el cuerpo) o incluso con entusiasmo y aumento de energía.

 

2.     Desorganización crítica. Si las estrategias regulares con las que suele enfrentarse el estrés fallan y no solucionan el problema, la tensión emocional aumenta y se vuelve casi insoportable. En esta etapa suelen intentarse diferentes soluciones, para responder y mejorar la situación, escapar o por lo menos descargar la tensión. Aquí vale la pena recordar a Seligman*4 y la desesperanza aprendida, que es un concepto que describe cómo cuando un sistema no logra con sus propios recursos influir en los acontecimientos y modificarlos a su favor, puede caer en un estado de desarticulación que lo lleve a la inacción. Hay una sensación de desesperanza generalizada que puede verse paliada si la persona lo ve como inevitable, está convencido de que pasará y lo mantiene acotado, no deja que se extienda a otras áreas de su vida.

 

3.     Resolución. De tanto intentar e intentar diferentes cosas, alguna puede tener éxito y quizá la crisis se supera. Sin embargo, estos primeros intentos suelen fallar, la presión interna sigue creciendo y esta urgencia puede hacer brotar la creatividad y a encontrar nuevas y diversas posibilidades de afrontamiento o nuevas fuentes de ayuda. 

Este es el núcleo de la crisis, aquí se toman las decisiones que llevarán a la creación de nuevos recursos, un crecimiento interno acelerado o a que se instalen y consoliden mecanismos mal-adaptativos de evitación o retraimiento. Es la conciencia que tome la persona de su situación y de sí mismo lo que ayuda a superar (o no) la crisis.

 

4.     Retirada final. Si es que no se logra resolver la crisis (para bien o para mal) en las fases anteriores, se llega a una fase final de agotamiento y final fuga o autodestrucción del sistema.

 

Al considerar estas fases de la crisis se puede apreciar la importancia de tomar consciencia de la propia situación y pedir ayuda a tiempo.

Será entonces que las crisis exigen del sistema un cambio fuera del paradigma actual, piden cambiar el encuadre de la situación y elevar el nivel de comprensión de la realidad hacia un esquema referencial de orden superior. Es como aquel ejercicio que nos pide unir los puntos con una línea continua, pero para poderlo resolver, hay que exceder los límites imaginarios del margen*3.

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Este proceso de acomodación mental* en el que el sistema debe desplazar los conocimientos y las creencias anteriores implica un riesgo para el ego pues ha de desprenderse y toda pérdida lleva a un proceso de duelo.

La crisis con sus soluciones tempranas o tardías requiere un sacrificio. Bien diría Jordan Peterson* el sacrificio no es opcional, lo único que podemos es elegir qué sacrificar, esto es, buscar que el sacrificio tenga sentido*4. Es pues completamente cierto que no hay cambio sin intercambio, sin dejar ir, sin soltar. Y en los cambios importantes, las pérdidas también lo son.  

El ciclo de la Dra. Kübler-Ross*5 podemos apreciar las etapas por las que pasamos ante las pérdidas:

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Este ciclo que ocurre entre la negación y la integración acompaña a las etapas de la crisis. Podría decirse que mientras más rápidamente logremos tomar consciencia del cambio, de nuestro propio proceso, podremos navegar la frustración y empezar soltar y experimentar con nuevas pautas de comportamiento o a generar cambios radicales de ser necesario. 

 

Al final el organismo que sobrevive no es el más fuerte o el más veloz, es el que se puede adaptar de una mejor manera a las nuevas circunstancias. Es la flexibilidad del bambú, que se dobla ante la tormenta, pero no pierde sus raíces, es la paradójica visión de sabernos pequeños y vulnerables lo que nos hace fuertes, es la posibilidad de dar o pedir ayuda lo que nos puede sacar de nuestras propias limitaciones y ayudarnos a crecer.

 

Volvamos con la pequeña ave y nuestros vanos esfuerzos por ayudarla. Ahora imaginemos que en lugar de sumarnos a su frenético intento de escape nos serenamos y esperamos con paciencia a que se detenga. Luego, con suma delicadeza nos acercamos a ella, dejando la escoba de lado y le mostramos, lentamente y con ternura el camino de salida. Esto sería un metacambio; un humano, que el ave había aprendido que era una amenaza, ahora se vuelve un apoyo. Nosotros, que queríamos con urgencia ayudarla a salir (respondiendo a nuestra propia ansiedad) logramos transmitirle serenidad y así pudimos juntos encontrar un nuevo camino a la libertad. Este es el arte de ayudar: darle al otro lo que necesita, no lo que nosotros queremos darle.


Está disminuyendo el nivel de alerta oficial (el famoso semáforo epidemiólogico en México), los países que más han avanzado con la vacunación están regresando a la vida cotidiana sin tapabocas ni distancia social. Nuestros países de Latino América van con un paso más lento a la apertura, pero avanzando. 


Es muy importante hacer un alto en el camino y reflexionar sobre cómo superamos esta crisis personal. Pensar en qué y quién nos apoyó, en las pérdidas (muchas veces terribles) que experimentamos y en qué momento del ciclo del cambio estamos. Es necesario darnos cuenta si algo se ha quedado atorado o no lo hemos podido superar y pedir ayuda pues es seguro que ni los cambios ni las crisis han terminado.


En los artículos que cito en la bibliografía se habla de que el periodo de adaptación ante una crisis es de entre 8 y 12 semanas. Esto quiere decir ya estamos adaptados. Hemos hecho los ajustes necesarios y hemos seguido adelante… con las condiciones que existen. Sin embargo, debemos considerar que estas condiciones están a punto de cambiar nuevamente. Muchas empresas ya se plantean reabrir (si es que no lo han hecho ya), las escuelas van a regresar a clases presenciales, la vida quiere retomar su cauce. Tengamos muy presente que esta reapertura traerá nuevas crisis y pérdidas para todos y, por lo tanto, requerirá de nuevos sacrificios e intercambios.


La voz de la vida nos pide soltar nuevamente para seguir adelante, nos exigirá dejar cosas y personas (por lo menos parcialmente) para permitirnos volver a subir al tren de los acontecimientos. Esto no es opcional, pero sí lo es el sufrimiento que causan las resistencias. Conocernos mejor, elegir en consciencia qué estamos dispuestos a dejar ir y qué no, y desprendernos con prontitud de lo que es un lastre nos pondrá en una mejor tesitura para afrontar este nuevo cambio y las crisis que puedan venir más adelante.

 

Con cariño,

 

Francisco Monterrubio

 

18/jun/2021

 

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*1 Fouce, J. G. (2018). Psicología en tiempos de crisis. Psicología y Derechos Humanos. Psychologist Papers, 39(3), 228-235. https://doi.org/10.23923/pap.psicol2018.2871

2* González, J. L. (2001). Psicoterapia de la crisis. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, (79), 35-53. https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352001000300004

3* Academia internet. (21 de marzo de 2020). ¿Puedes unir 9 puntos con cuatro líneas rectas? | Solo para genios [Video]. https://www.youtube.com/watch?v=NFPFqz0w3Ig

*4 Peterson, J. (2021). Más allá del Orden. Grupo Editorial Planeta. 2021

5* Bucata, G. (2016). Organizational Change Management: Part of the management strategy. Revista Económica, 68(5), 149-157. http://economice.ulbsibiu.ro/revista.economica/archive/68513bucata.pdf

Rogers, C. R. (1961). The process Equation of Psychotherapy. The American Journal of Psychotherapy, 15(1), 1-179. https://doi.org/10.1176/appi.psychotherapy.1961.15.1.27

Actualidad en Psicología. (27 de septiembre de 2017). ¿Qué es la asimilación según Piaget? https://www.actualidadenpsicologia.com/que-es/asimilacion/


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