El camino a la compasión en acción: siete pasos para el acompañamiento responsable.

Inspirado en la parábola del Buen Samaritano*

 

Hace algunas semanas en una discusión informal una profesora me estaba hablando de la gran necesidad que tiene el mundo actual de compasión. Me decía que hacía falta una compasión “no centrada en el dolor y la contemplación, pasiva, como la de los cristianos”. Me puso a pensar, ¿realmente la compasión cristiana es así? Mi respuesta contundente es por supuesto que no. Me di cuenta de la falta de comprensión que existe de la óptica de quienes andamos el Camino de Emaús. 

 

Creo que hay una síntesis maravillosa de la compasión en acción perfecta y equilibrada en la Parábola del Buen Samaritano*. Esta nos da (como siempre hace el Buen Libro) la receta y la manera de aplicarlo, de una manera completamente actual, más de dos mil años después.  Encontré en ella un método de 7 pasos que pueden servir a cualquier líder (sin importar su credo y creencias) que quiera impulsar el desarrollo de sus colaboradores, así como en cualquier persona de buena voluntad que se preocupe por los que están alrededor y quiera poner el hombro y ayudar.

 Los pasos son:

  1. Estar ahí y hacerse presente. 

  2. Ser consciente y empatizar. 

  3. Atender el problema inmediato. 

  4. Presentar alternativas de solución. 

  5. Hacerse cargo. 

  6. Dar seguimiento. 

  7. Reflexionar y aprender. 

 

1.     Estar ahí y hacerse presente. 

Aquí comienza todo, el buen líder debe hacerse presente donde están sus colaboradores, ya sea deambulando por la línea de producción, por los pisos de su oficina o a través de Zoom, hay que estar en la línea de acción y observar lo que está pasando y cómo están fluyendo las cosas.

Ahora bien, no basta con solo pasar o conectarse a la reunión, hay que estar presentes. Hay que llevar todo lo que somos, la atención, la inteligencia y el corazón para saber qué es lo que está ocurriendo y poder ver si alguien ha “caído en las manos de salteadores”.

2.     Ser consciente y empatizar. 

Lo siguiente que hace nuestro héroe es “llegar hasta él y llenarse de compasión”. Pues bien, ¿no es esta una gran definición de empatía? Una vez que nos hemos atrevido a ver lo que está pasado (lo que en sí es un acto de gran valentía, pues implica pasar las barreras del egoísmo y el miedo) hay que llegar hasta la persona y “sentir” lo que puede estar viviendo a través de colocarse en la misma emoción que el otro. Sin dejarnos llevar por falsas defensas del ego como los que solo lo miraron y quizá pensaron juzgando: “se lo buscó, ¿para qué sale solo al camino?”.

 Esto sería como ver a compañero que en una junta le toca recibir el enojo de un superior y pensar “claro, por no estar bien preparado” o sentir alivio por no ser nosotros los expuestos. Pues bien, el buen líder se compadece y se acerca.

 

3.     Atender el problema inmediato. 

Lo que sigue, después de empatizar, es ver cuál es la necesidad más acuciante de la persona y ayudar. Es el momento de tomar una acción concreta que ayude en el momento, esto es el equivalente a limpiar y vendar las heridas con lo que tengas, así sea solo vino y aceite. 

 Usa lo que sabes y lo que eres para consolar, escuchar, calmar, orientar y más, si está en tus manos. ¿Tú sabes cómo corregir lo que pasó? ¡Pues hazlo! Usa lo que sabes de la empresa, de los procedimientos, usa tu creatividad e influencia para atender el problema.

 

4.     Presentar alternativas de solución. 

Este paso es el equivalente a “montarlo en tu propia cabalgadura”. Con tu experiencia y formación, ¿cuál es el problema de fondo y cómo lo solucionarías? Ayuda a tu compañero a que pueda ver desde un punto de vista diferente sus problemas y a que, pensado junto contigo, puedan llegar a alternativas creativas de solución que quizá antes le estaban ocultas.

 

5.     Hacerse cargo. 

No basta con atender el problema inicial o lanzar una buena idea, es necesario acompañar el proceso. Los primeros pasos son los más complicados pues es cuando la posibilidad de recaída es mayor. Es necesario atender personalmente esta primera etapa para que la persona sienta la compañía y el interés y el cambio pueda manifestarse. 

Es momento de llevar a la persona a la posada y cuidarla. Valdría la pena que le digas que en un tiempo (un par de semanas, de meses, depende del cambio esperado) se volverán a encontrar para hablar del tema.

 

6.     Dar seguimiento. 

Una vez que la persona está encaminada y alguien más lo está acompañando es importante ver que cuente con los recursos para seguir adelante que, transcurrido un tiempo regreses a verificar cómo va. Es un momento en que pueden juntos pensar en los avances y en lo que hace falta. Piensa que la mera posibilidad de volver a hablar contigo es un aliciente para el cambio.

 

7.     Reflexionar y aprender. 

Una de las cosas hermosas de hacer algo bueno por otra persona es que, sin buscarlo, te beneficia también a ti. Este paso es en el que te preguntas ¿qué hice bien? ¿Qué podría haber hecho mejor? ¿Qué me gustaría hacer diferente en futuras ocasiones? De esta manera cierras tu ciclo de aprendizaje y ayuda y te preparas para seguir creciendo.

 

Estamos en una era en que es fundamental la compasión, vivimos demasiado inmersos en el ruido tanto de dentro como de fuera. Si solo hiciéramos caso a los medios parecería que el egoísmo rapaz tiene la razón. Pero no es así, el camino del desarrollo indispensablemente pasa por la consciencia y por el servicio. Estos siete pasos nos marcan un camino simple (aunque no sencillo) para ayudar de la mejor manera y vivir la compasión.

 

Antes de cerrar esta reflexión quisiera hacerte una invitación: a que apliques estos siete pasos con los que tienes más cerca. Con tu equipo, con tu vecino, con tus padres, con tu pareja e hijos. ¿Qué les está pasando? ¿Están sufriendo o lastimados por algo? Si es así, te pido con amor y misericordia que te detengas y observes con tu corazón para que la compasión pueda surgir. ¿Te imaginas cómo sería el mundo si cada uno nos donáramos así a los demás? 

Esto fue lo que me dijo a mí esta parábola. ¿Te dice algo más a ti? Me encantaría saberlo. Te invito a que me escribas a fmonterrubio@icloud.com y que lo comentemos

 

Con cariño,

Francisco

 

*Lc . 10, 33-36

 


 

El Buen Samaritano

 

 

"Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». 

Jesús respondió:  

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.  

Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."  

¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» 

El dijo: «El que practicó la misericordia con él.»  

Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»"

  


Lucas, 10, 29-36 Bíblia Católica Online

https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/lucas/10/

 

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